viernes, 17 de enero de 2014

El cambio es el motor de la vida.

Tenemos una mala concepción de la palabra “inmigrante”. Parece que nos asusta, que todas las connotaciones de la palabra son malas, negativas, que es decirla y ponernos en alerta. Los medios la utilizan constantemente y nosotros en cuanto la escuchamos a nuestro alrededor sino llegamos a sentir miedo, si llegamos a sentir ansiedad o animadversión, de verdad, no llego a comprender el por qué.

Cambiemos de palabra. Escuchemos ahora la palabra “viajante”. Desde luego, no la asimilamos con las anteriores connotaciones, al revés, todo lo que se nos viene a la cabeza es positivo: sol, playa, alegría, o nieve, parajes naturales y sonrisas, pero al fin y al cabo felicidades con un tiempo limitado de duración. ¿Acaso existe tantas diferencias entre la palabra inmigrante y la palabra viajero?

Veamos que opina la RAE, inmigrante: que inmigra. Vaya, ahora lo tengo todo más claro. Inmigrar: Dicho del natural de un país: Llegar a otro para establecerse en él, especialmente con idea de formar nuevas colonias o domiciliarse en las ya formadas. Viajante: el que viaja. Ajá. Viajar: Trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción.
Ambas definiciones dejan claro que debe existir un cambio de un lugar A a un lugar B. Si solo diésemos esto como explicación entraríamos en una discusión en cuanto a quién es un viajante y quién un inmigrante.

Inmigrante especifica además la necesidad de asentarse, sin embargo para viajante no hay una descripción específica, se puede viajar una única vez en la vida e ir al pueblo de al lado, o se puede saltar constantemente de un país a otro durante 50 años, no hay limitación, excepto que incluya un medio de locomoción (y perdónenme, pero quizás exista alguien que haya viajado o viaje solo yendo a pie y sea un viajante en toda regla, e incluso después de ver Pekín Express queramos replantear la cuestión, pero este no es el tema). Sigamos con las diferencias, os diré las mías.

Para mí, la única diferencia importante es el tiempo del viaje. El tiempo que “un viajero” (de los que todos conocemos, uno “normal” que disfruta de unas vacaciones, y quiere visitar algún lugar conocido o desconocido) es limitado, disfruta el viaje y vuelve a casa, puede albergar más o menos momentos, mejores o peores, pero vuelve a su vida cotidiana a la espera de un nuevo viaje a la vista.
Sin embargo, un inmigrante sale de su lugar de origen sin la expectativa a corto plazo de volver (y sueña con no tenerla, pues significaría su fracaso), por ello, mi opinión de que la diferencia es el tiempo, la duración de la estancia. Un inmigrante busca hacer de su lugar de llegada su casa, encontrar una vida mejor. A cambio de no disfrutar el viaje espera disfrutar la estancia y no con pocas complicaciones. Desde luego con muchas más complicaciones que nuestro “viajero”, nuestro inmigrante intenta adaptarse a su nuevo entorno, puede llegar a conseguirlo si nosotros ponemos de nuestra parte, o puede llegar a pasarlo sino peor, si igual de mal que del lugar del que proviene, desde luego esta en nuestra mano cambiarlo.
No obstante, nos quedamos en la superficie, rápidamente le ponemos una etiqueta simplificándolo. Ni siquiera le concedemos el beneficio de la duda: no lo conocemos y por eso lo señalamos. No nos hemos puesto en sus zapatos, no hemos visto con sus ojos y no hemos sentido lo que él ha sentido, pero nos creemos en la superioridad moral de discriminarlo.
Que vergüenza y pena siento de vosotros, de aquellos que consideráis que estas personas no llegan a serlo, que son solo números, que son objetos de usar y tirar, que son mercancía. La vergüenza la siento porque habéis tenido mejores oportunidades y no las estáis aprovechado, porque veis algo peligroso donde yo veo una nueva cultura, nuevas enseñanzas y nuevas tradiciones. Vergüenza porque no sois capaces de entender que no os asusta el inmigrante, os asusta el cambio, y sin cambios nos volverías verdaderamente pobres.
La pena, viene por lo que nos perdemos, tú, yo y ellos, todos. Lo que nos perdemos por el miedo a lo desconocido, lo que nos perdemos por no salir de nuestra zona de seguridad, de nuestra zona de confort, lo que nos perdemos al creer que hay niveles en cuanto al ser humano sin ver que todos estamos en el único nivel.

Sin tener consciencia fui viajera, pero algún día seré inmigrante, y ojalá que en mi solo encuentren diferencias en el tiempo que pase allá donde vaya.

Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo.... del miedo al cambio.

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